Certamen Literario SALAC
15 de octubre del 2008
Informes:
TELEFONO 0351-4220829.
HUMBERTO PRIMO 150-
LOCALES 21, 23 Y 25 DEL
PASEO DE LA CULTURA ARTURO ROMANZINI
C.P.5000.
CORDOBA
salac_central@hotmail.com
Información enviada por Horacio Urbañski
Nuestros proyectos literarios más todo el movimiento creativo en lengua española. La información que usted necesita para continuar pintando ideas con palabras.
Servicio de búsqueda personalizada

Búsqueda personalizada

Seguidores
Almas y más almas...
Cargando...
Certamen literario Alberto Magno

La Facultad de Ciencia y Tecnología de Euskadi (ZTF-FCT) convoca la XX edición del certamen literario ALBERTO MAGNO de Ciencia Ficción, el concurso más antiguo de Ciencia Ficción y Fantasía del Estado, en el que se premian relatos originales encuadrables dentro de este género. El plazo para la presentación de los relatos, en euskera o castellano, se prolongará hasta el 11 de octubre de 2008.
El plazo de admisión de los originales, a partir de la presente convocatoria, comprende hasta el día 11 de Octubre de 2008, y podrán ser entregados en mano o remitidos por correo ordinario a:
Facultad de Ciencia y Tecnología,
Decanato.
Apdo. 644,
48080 BILBAO,
haciendo constar en el sobre “Para el XX Certamen Literario Alberto Magno de Ciencia Ficción”.
Los autores que envíen sus relatos desde fuera de la Península Ibérica podrán hacerlo por correo electrónico a la dirección:
Revista Literaria "Mapuche"
http://revistaliterariamapuche.blogspot.com
Un nuevo número ya está a tu disposición, con excelente material.
Echale un vistazo para confirmar nuestra opinión.
Un nuevo número ya está a tu disposición, con excelente material.
Echale un vistazo para confirmar nuestra opinión.
Tupá y los huracanes. Un mito guaraní. ¿Mito?
TUPÁ y LOS HURACANES
"Rara vez pienso sólo con palabras".
Albert Einstein
Los mitos y leyendas originarios nos hablan con mucha mayor claridad que la razón de los hombres.
Saga es la Diosa de la Historia y también es una senda. Si avanzamos en el camino hacia el pasado, encontramos que el de Tupá es la saga mitológica guaraní más interesante del continente, porque acertó en predecir el desastre ecológico incubado en el mundo actual.
Tupá, también conocido por Oreyerá o Ñamandurueté, es hacedor del bien, siendo el espíritu supremo del trueno, porque éste es Arasunú, en el cual Ara es el cielo, el alto firmamento por excelencia, y Sunú la onomatopeya del terrible retumbo del trueno. Osunú es el trueno bueno, pero la sabiduría guaraní entendía que todo ente tiene su contrario-asociado. Las dos mitades "necesarias". ¡Que extrañamente zen y dialéctico! El concepto de nuestros primeros dioses apoyaban su pluma en una realidad divergente y, a la vez, concordante; en donde se necesitaban de las dos fuerzas para acrecentar la propia identidad: lo malo y lo bueno.
Entonces, de modo análogo y por oposición, existía Añá el dios del mal --asociado al mismo diablo-- que se dedicaba a confrontar con su enemigo Tupá y a hacerle la vida imposible, queriendo imponer las calamidades. Por eso el bueno de Tupá, apoyado en las fuerzas naturales, salía a pelear contra la lógica de la linealidad y la villanía de Mandinga.
Entre los primitivos tupíes y los botocudos, el relámpago Ara-Berá o Tupá Berá, era el Dios Tupí que se confundía con el cielo infinito y, usando el lenguaje de su brillo eléctrico, enseñaba a los humanos que debían cuidar la tierra como a sus propias vidas y les recomendaba no alterar la armonía vegetal, animal y mineral que los dioses habían otorgado en préstamo a los habitantes. El equilibrio natural era la mayor herencia a respetar y la depredación era sancionada con la respuesta de las fuerzas naturales. Además, debían de hacer oídos sordos a los ofrecimientos desleales de Añá, la deidad que sólo les ofrecería ignominia y "macanas".
De todos los dioses americanos Tupá fue el que reinó sobre los territorios más vastos. Su imperio se extendía desde lo que hoy es la península de Florida, abarcando todo el litoral del Atlántico hasta el Río de la Plata. Su influencia era tan preponderante que los pueblos querandíes, caribes, tupíes, guaraníes y charrúas eran adoradores fervorosos del Tupá. Ellos sabían que veneraban a un dios que, morando en las alturas montañosas, les había dado sobradas muestras de su altruismo y que (¡atención!), no sólo producía rayos, lluvias y vendavales, sino que en su furia ante las transgresiones de los hombres al medio ambiente, podía generar también terremotos.
Ninguna divinidad europea ni asiática ejerció un poderío más extenso que Tupá, pero los viejos sabios de las tribus habían escrito para las futuras generaciones que cuando llegara el santo sacerdote blanco desde muy lejos –y que haría alianza con Añá- comenzaría el crepúsculo del afable dios guaraní.
Y la profecía se cumplió: de más allá del océano vinieron los nuevos ocupantes y el dios del trueno fue vencido en muchas batallas por el soberbio Añangá Memby, la nueva personificación del desastre.
Curiosamente, los primeros jesuitas, que intentaron dirigir el culto a Tupá (porque significaba el Principio del Bien), se encontraron a lo largo de sus catequesis, que no sólo significaba una superstición literaria del mito de Jaraparí, sino que el poder de las fuerzas naturales del bien estaba convocado, en cada cita, por singulares ritos y danzas que los originarios pobladores ejercían en los momentos de crisis.
Los evangelizadores ya en Europa tampoco habían dado crédito a la existencia de Júpiter Tonante, el arremolinador de nubes de la Grecia de Zeus.
¡Qué error!
Hoy, siglo XXI, la más avanzada ciencia ha descubierto el papel fundamental que cumplen los relámpagos en el medio ambiente planetario. A su parecer, los huracanes son impulsados por la tala de bosques y actúan normando el eco sistema. Mientras que los rayos trabajan en forma directa sobre la ionización del magma, creando de esa manera nueva vida –llamada plasmacélulas- en su titánica y eterna lucha contra la devastación perseguida por el diabólico Añá.
Ese malmandado de Añá, que a veces gana batallas y a veces las pierde.
Juan Disante
(Argentina)
http://blogs.clarin.com/letra-y-matecocido
"Rara vez pienso sólo con palabras".
Albert Einstein
Los mitos y leyendas originarios nos hablan con mucha mayor claridad que la razón de los hombres.
Saga es la Diosa de la Historia y también es una senda. Si avanzamos en el camino hacia el pasado, encontramos que el de Tupá es la saga mitológica guaraní más interesante del continente, porque acertó en predecir el desastre ecológico incubado en el mundo actual.
Tupá, también conocido por Oreyerá o Ñamandurueté, es hacedor del bien, siendo el espíritu supremo del trueno, porque éste es Arasunú, en el cual Ara es el cielo, el alto firmamento por excelencia, y Sunú la onomatopeya del terrible retumbo del trueno. Osunú es el trueno bueno, pero la sabiduría guaraní entendía que todo ente tiene su contrario-asociado. Las dos mitades "necesarias". ¡Que extrañamente zen y dialéctico! El concepto de nuestros primeros dioses apoyaban su pluma en una realidad divergente y, a la vez, concordante; en donde se necesitaban de las dos fuerzas para acrecentar la propia identidad: lo malo y lo bueno.
Entonces, de modo análogo y por oposición, existía Añá el dios del mal --asociado al mismo diablo-- que se dedicaba a confrontar con su enemigo Tupá y a hacerle la vida imposible, queriendo imponer las calamidades. Por eso el bueno de Tupá, apoyado en las fuerzas naturales, salía a pelear contra la lógica de la linealidad y la villanía de Mandinga.
Entre los primitivos tupíes y los botocudos, el relámpago Ara-Berá o Tupá Berá, era el Dios Tupí que se confundía con el cielo infinito y, usando el lenguaje de su brillo eléctrico, enseñaba a los humanos que debían cuidar la tierra como a sus propias vidas y les recomendaba no alterar la armonía vegetal, animal y mineral que los dioses habían otorgado en préstamo a los habitantes. El equilibrio natural era la mayor herencia a respetar y la depredación era sancionada con la respuesta de las fuerzas naturales. Además, debían de hacer oídos sordos a los ofrecimientos desleales de Añá, la deidad que sólo les ofrecería ignominia y "macanas".
De todos los dioses americanos Tupá fue el que reinó sobre los territorios más vastos. Su imperio se extendía desde lo que hoy es la península de Florida, abarcando todo el litoral del Atlántico hasta el Río de la Plata. Su influencia era tan preponderante que los pueblos querandíes, caribes, tupíes, guaraníes y charrúas eran adoradores fervorosos del Tupá. Ellos sabían que veneraban a un dios que, morando en las alturas montañosas, les había dado sobradas muestras de su altruismo y que (¡atención!), no sólo producía rayos, lluvias y vendavales, sino que en su furia ante las transgresiones de los hombres al medio ambiente, podía generar también terremotos.
Ninguna divinidad europea ni asiática ejerció un poderío más extenso que Tupá, pero los viejos sabios de las tribus habían escrito para las futuras generaciones que cuando llegara el santo sacerdote blanco desde muy lejos –y que haría alianza con Añá- comenzaría el crepúsculo del afable dios guaraní.
Y la profecía se cumplió: de más allá del océano vinieron los nuevos ocupantes y el dios del trueno fue vencido en muchas batallas por el soberbio Añangá Memby, la nueva personificación del desastre.
Curiosamente, los primeros jesuitas, que intentaron dirigir el culto a Tupá (porque significaba el Principio del Bien), se encontraron a lo largo de sus catequesis, que no sólo significaba una superstición literaria del mito de Jaraparí, sino que el poder de las fuerzas naturales del bien estaba convocado, en cada cita, por singulares ritos y danzas que los originarios pobladores ejercían en los momentos de crisis.
Los evangelizadores ya en Europa tampoco habían dado crédito a la existencia de Júpiter Tonante, el arremolinador de nubes de la Grecia de Zeus.
¡Qué error!
Hoy, siglo XXI, la más avanzada ciencia ha descubierto el papel fundamental que cumplen los relámpagos en el medio ambiente planetario. A su parecer, los huracanes son impulsados por la tala de bosques y actúan normando el eco sistema. Mientras que los rayos trabajan en forma directa sobre la ionización del magma, creando de esa manera nueva vida –llamada plasmacélulas- en su titánica y eterna lucha contra la devastación perseguida por el diabólico Añá.
Ese malmandado de Añá, que a veces gana batallas y a veces las pierde.
Juan Disante
(Argentina)
http://blogs.clarin.com/letra-y-matecocido
Un cuento de Marco Tulio Aguilera Garramuño
Lecturas (Cuento):
Fábula del mar en los ojos,
de Marco Tulio Aguilera Garramuño.
http://letranias.blogspot.com/2008/09/marco-tulio-aguilera-garramuo.html
Fábula del mar en los ojos,
de Marco Tulio Aguilera Garramuño.
http://letranias.blogspot.com/2008/09/marco-tulio-aguilera-garramuo.html
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Autores de Argentina
artelista
Arte en internet