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La Novela - De una entrevista a Claudia Bürk por Rubén García Cebollero

Entrevista a Claudia Bürk
por Rubén García Cebollero
(escritor, novelista, guionista y productor de cine)

¿Novela: qué es y por qué?

Opino que una buena novela te tiene que apartar de la realidad que vives, tiene que ser como un sueño, una vida paralela que además tenga mensajes, te aporte algo.
Mi gran referente es Charles Dickens y Carlos Ruiz Zafón. Ellos poseen la magia. 
A mí me gusta escribir bajo ciertos parámetros, como en el siglo XIX, siempre con mensaje final. 
Una buena novela te aleja de la realidad, pero te la devuelve a la vez más real, te sentirás más capaz de soportarla, de vivirla. 
Las novelas son la medicina para la soledad. Te lo dan todo. 
Una novela que vale la pena siempre "prueba" al lector, es un juego con él, enciende mecanismos.

(Enviado por Claudia Bürk)

MUCHACHA DE CINCUENTA - Poema de Delfina Acosta

Pero tus ojos tienen todavía
la luz de las pupilas de las gatas
que salen al encuentro de la calle. 

Y aquel plateado hilo de tu pelo
es delicada joya, acaso sueño
de la tiara aquella que tu amante
te puso porque reina reclinada
sobre su pecho fuiste en triste tarde. 

Y hay en tu voz un nido de jazmines
que sueltan cuando el viento las sacude
un beso de rencor y de ternura. 

Y sí, estás enamorada y abres
tus brazos, y esta noche, estando fija
la estrella en el oscuro firmamento,
y atentos a un cantar los marineros,
un largo beso morderá tu boca. 

DELFINA ACOSTA
Asunción del Paraguay

Los diez mandamientos de la mala poesía

El poeta español Francisco Álvarez Velasco, webmaster del famoso Portal de Poesía, que ha establecido puentes permanentes especialmente entre las dos orillas del Atlántico, también entre el español, las lenguas hispánicas y otras lenguas, acerca al lector sus impresiones en torno a la literatura, las ediciones de libros y dicta los diez mandamientos de la mala poesía.
Por Delfina Acosta
en ABC Color
---
¿Cómo se presenta la literatura en estos tiempos de crisis económica en España?
La posibilidad de editar es mucho menor, porque los lectores tienen menos dinero y se han reducido los apoyos institucionales. La crisis, en lo que afecta a la escritura, puede salvarse bien mediante la Red, pero aquí a veces todo es tan efímero y tan excesivamente abundante que será difícil emitir juicios. En cuanto a la escritura misma, indudablemente los empeñados en escribir literatura seguirán llenando y rompiendo sus papeles o guardándolos en sus cajones. Imagino que la crisis dejará más frutos en la narrativa y los está dejando ya en las columnas literarias de los periódicos.
¿Existe un reformulamiento de la poesía española, considerando la abrumadora realidad social que padecen los “indignados”, por ejemplo?
Demos tiempo al tiempo. Sin una cierta distancia cualquier análisis podía ser equivocado. La presencia de los “indignados” es demasiado reciente para que haya dado fruto alguno en la poesía. Y si alguno ha dado, habrá sido en la llamada “poesía de circunstancias”, que suele ser muy efímera. Sin embargo, la que se llamó, según épocas, la poesía comprometida, social, cívica siempre ha tenido su presencia. Cuando no había tal desencanto político como ahora, los poetas tenían una militancia poética y política: recordemos nombres como Alberti, Pablo Neruda, Nazim Hitmet, César Vallejo, Gabriel Celaya, Blas de Otero. En cualquier caso, parece que los poetas están convencidos de que con la palabra no se puede cambiar la realidad y mucho menos a los amos del mundo.
¿Quiénes son los escritores más comprometidos con este tiempo de emergencia que vive España y Europa?
Contesto con lo anterior: demos tiempo al tiempo.


¿Cuáles son los diez mandamientos para escribir mala poesía?
1. En el principio y en el final no era ni será la palabra.
2. Escribe solo cuando estés en el cenit del dolor o de la alegría.
3. Un verso es una línea cortada para simular que no es prosa.
4. Alégrate mucho cuando un amigo te elogia lo que has escrito.
5. No vuelvas sobre lo que escribes en el primer impulso: no taches, no rehagas.
6. Repítete a ti mismo: soy el más grande poeta que vieron los siglos.
7. No leas a los buenos poetas para que no te influyan.
8. Da preferencia a los ecos y olvida las voces.
9. Desprecia el ritmo y la melodía.
10. Si eres joven, no leas a los viejos; si eres viejo, no leas a los jóvenes.

¿Qué obras y autores de América del Sur son leídos en España?
César Vallejo, Jorge Luis Borges, Carlos Drummond de Andrade, Juan Gelman, Mario Benedetti.

Lo que debe saberse sobre el Portal de Poesía:
-Es monográfico, como indica su nombre: dirigido solo a poetas y lectores de poesía.
-Carece de publicidad, lo cual hace más ágil la visita.
-En la edición atiende a la calidad, pero está abierto a todas las tendencias.
-Ofrece enlaces seleccionados a obras de poetas, páginas de poesía en la Red, de consulta fácil.
- Ha dado a conocer a muchos poetas y ha permitido que se interrelacionen.
-Está en permanente construcción.
-Ha establecido puentes permanentes especialmente entre las dos orillas del Atlántico, también entre el español, las lenguas hispánicas y otras lenguas.
- Los visitantes pueden “bajar” libros y poemas gratuitamente.
-La sección POESÍA ILUSTRADA viene permitiendo un fructífera relación entre poetas y artistas plásticos.


13 de Noviembre de 2011

POESÍA PARAGUAYA: A QUIÉN DEJAR - de Josefina Plá


Josefina Plá
A Gladys Carmagnola de Medina

A quién dejar mi oculto armario
el armario fantasma
de todos los vestidos
que tuve y que me abandonaron
los vestidos
que nunca tuve y que vestí en secreto

El vestido que vino demasiado temprano
y que jamás me sentó bien
el vestido
que llegó ya tarde
para ir a la fiesta
cuando me había dormido

El vestido de párvula
tan igual al vestido
de la primer muñeca

El de la niña del canesú ya estrecho
que apretaba los senos doliéndole en capullo

El de la adolescente que al hombre presentía
ladrón de túnicas en la agobiante siesta

El vestido olvidado
de la mujer que bajo de la sombra
del hombre eclipse se ocultó una noche
y amaneció como la luna llena
sorprendida a la luz en la mitad del cielo

El vestido de guerra desgarrado
como bandera
de la madre rota en dos
para sentirse entera

El vestido de luto que no llevé a mis muertos
que viven todavía

Los vestidos que alguien me prestó para los sueños
... Cuando llegue la muerte también será un vestido
que no veré porque me habré dormido.

Una nota de Delfina Acosta
en ABC Color - Asunción
13 de Noviembre de 2011

EL SECRETO - un poema de Delfina Acosta

No sé porqué pero el silencio estuvo
metiéndose en mis ojos y caía
igual a alguna herida la llovizna,
la que muy lejos cae, en mis pestañas.

Extraña forma de morir aquella.
Y en el jardín los lirios se contaban
con voz de viento y hierba las historias
de otras muertes mías. Los espectros
de rosas insepultas consultaban
en torno a mis insomnios. No sabían
que yo busqué el secreto del espanto
y Dios en su belleza noche a noche.
Aquel perfume suyo fue la infame
respuesta a mis preguntas dolorosas.
¡Señor, hoy brotan rosas sin embargo
de la fangosa tierra de mis dudas!
DELFINA ACOSTA

ENAMORARSE - un poema de Delfina Acosta


Érase una mujer que fue rosal
y los garfios o espinas de su cuerpo
más que doler a su nocturno amante
a ella le dolían y por eso
perder su aroma prefirió una noche,
y sus rosados pétalos abiertos
como una cabellera cuando el pino
bajaba el viento de los astros rojos.
 
Y se deshizo del capullo último.
Y de sus ramas y el deforme tallo
por el que trajinaban las hormigas.

Era un rosal que se creyó mujer
enamorada y terminó pagando
el precio de un amor que no era suyo,
se cuenta sin embargo. Sólo sé
que amar es darse entera sólo al viento.

DELFINA ACOSTA

IMAGEM DA PAZ - Efigênia Coutinho


Poeta, tu conheces da alma a moradia:
É uma trama urdida em ouro pelo Espírito.
Tem compaixão desses reis sem autonomia;
Por este caminho escutem o meu grito!

Nos olhos de todos vejo o receio
Que como eu, eles sobem a montanha.
A fraga de Sísifo perguntando creio,
Da vida o objetivo que existe e sonha!

Dessa montanha elevemos ao cume,
Onde sombra e sol brincam sob o átrio,
Uma cidade – espelho de verdadeiro lume
Oferecendo às almas, todo amor mátrio!

A alma não foi feita de pedra bruta,
Sente olhares enternecidos e espera.
E é na tua voz que sempre escuta
A esperança de Paz numa nova esfera!

Balneário Camboriú

"Quizás" - un poema de Carmen Castejón Cabeceira

Quizás porque sabemos
que la vida es muy corta,
nos la pasamos siempre
con el llanto en los ojos.


La posibilidad
que damos
al instante feliz,
es mínima.

No es que nuestra ilusión
sea estar siempre tristes,
permanecer
sin romper con el hielo
de conocer el fin.

No, no es eso.
Y es que
no advertimos el júbilo
a través de las sombras,
derrochando lo andado
como camino exánime.
El temblor silencioso
de la luz que nos guía
no nos da confianza,
y es todo lo contrario.

Desde que da comienzo
nuestra historia
asidos a la tierra,
iniciamos los rumbos
de los colores
disímiles,
y permeables.

Somos seres lumínicos,
esa verdad nos urge
conocerla al instante,
ignorarla nos daña
y nos desvía.

Esto todo sucede
Por excluir
la lluvia desde niños,
cuando padres y abuelos
en los húmedos días
nos anunciaban
un tiempo
maldito.

Festejamos el sol
pero no confiamos
en su constancia.
Por eso
lloramos casi siempre,
perdiéndonos
los rayos más agudos
y las gotas
de agua
que fresquísimas llegan
a renovar el aire,
y a dar un nuevo impulso
a todo lo que existe.

Carmen Castejón Cabeceira

QUE NO TE PASE A TI - Un cuento de DELFINA ACOSTA


Era caída la tarde. Supe que Mario llegaba porque el portón rechinó.
El perro de la casa lo recibió festivamente.
Yo le dije el mimo al que lo tenía acostumbrado, cuando abrí la puerta: “Pero si vas a resfriarte con el fresco de la calle, cariño. Pasa pronto, pronto, y tomaremos un té de chamomilla ”. Los hombres son niños. Y somos las mujeres quienes los transformamos en señores.
Ellos se convierten en gente mayor sólo cuando se enamoran y deben aguardar bajo la farola de la cuadra, golpeados por los saltarines insectos de luz, que el reloj de la iglesia dé las ocho, para encarar la noche de luna llena. Es entonces cuando el alma de los murciélagos se apodera de los hombres, y comienzan a merodear -sigilosamente- alrededor de tu casa; finalmente su amor se convierte en aquel golpeteo incesante de la rama del boj contra los vidrios neblinosos de tu ventana. Si lo sabré yo, que una noche de estío me pasé sin dormir pues el árbol de los agrios extendía sus ramas espinosas, sus alambres con flores, hasta mi ventanal; un sacudón nervioso, como si recibiera un pinchazo en la vena yugular, me llevó a gritar: “¡Vete Rodrigo de mi habitación!”.
Mario entró. Olía a perfume que uno se aplica detrás de los lóbulos para ir a una cita. Una cena, tal vez. Ah... la espada de la fragancia que corta el aire...
Me dijo que estaba bella.
- Tienes un brillo especial en las pupilas. ¿Entonces has leído “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”? -preguntó. Y yo le dije que todavía no, y él me contestó que era común la injusta vacilación de los lectores ante aquellos hermosos versos de astros azules, de viento, de olvido y de amor de Pablo Neruda.
- Mañana, sí. Mañana... - le susurré.
Debo contar que me amaba. Lo adoraba.
Mientras tomaba su té, cantaba por lo bajo una canción de Edith Piaf.
Vestida a lo Greta Garbo yo me observaba en el espejo con marco de plata de la pared y esperaba que el espejo me mirara fijamente para empezar a delinear un grabado artístico sobre mis grandes párpados.
Después de tomar su té, Mario se sentó al piano. Insistía en el opus 67 de Ludwig van Beethoven en vano. No conseguía liberar el espíritu del genial compositor perseguido, quizás, por los ratones de aquella vieja caja de cuerdas y macillos forrados con fieltro.
Un último sol de oro, el sol crepuscular, intentaba levantar el ánimo de la tarde, posándose sobre las rosas amarillas de los canteros de mi jardín; el aliento rojizo del astro se entremezclaba con el chorro de agua que salía de las fauces de un hierático león por cuyas melenas trajinaban lagartijas amarillas. Y verdosas. De golpe, el sol se desplomó. Había oscurecido. Mario bajó la tapa del piano. Pero ya no era él. Había muerto. A lo lejos se escuchaba el triste piar de un pájaro gris con capucha negra.
No recuerdo qué ocurrió luego, sólo sé que semanas después, cuando el viento soplaba con fuerza en las calles y hacía rechinar el portón, yo me encontraba contando las gotas medicinales preparadas por el doctor Vázquez, que revolvía en mi té de tilo, y en mi otro té, una infusión de flor de azahar, milagrosos, al decir de las lenguas, para los nervios destrozados.
El perro se me volvió tristón. No movía la cola como antes, cuando le decía que se veía fortachón, y le pasaba -suavemente- mis manos por su pelaje gris. Nos mirábamos, y cómo nos comprendíamos. Era esa melancolía, de cuando se trata inútilmente de matar moscas sobre la mesa, la que consumía mis huesos.
Un día Mario vino a casa. Caí semi-desvanecida sobre la alfombra.
- ¿Pero cómo has hecho? -le pregunté.
- Ah..., creí que tú lo sabías mejor que yo. Me has invocado, Margarita. No has hecho más que llorar y dejar la marca de tu boca pintada en el espejo de la sala, que era tu manera de besarme y manchar mi camisa. No pude resistir...
Suspiré. Las aves de los árboles se entremezclaban bulliciosamente.
- Se quedaron con la propiedad de San Telmo mis hermanos María y Alberto, de modo que tendré que vivir aquí, por un tiempo. Dormiré en el sofá. Y ahora haré un café especial, bien batido, para los dos -comentó animado.
Me sentí asombrada al escucharlo resolver con tanta simplicidad su muerte y su permanencia en mi casa. Cada noche, cuando me levantaba para asegurarme de que las barretas cilíndricas de hierro estaban bien corridas, lo encontraba escribiendo con entusiasmo. ¿Qué podría escribir un hombre muerto?
Me figuraba que tendría poco apetito. Sin embargo todas las mañanas se servía un tazón de leche de cabra acompañado con rosquillas untadas con dulce de higos. Como a las nueve y media tomaba dos o tres tazas de café. Almorzaba en una pieza, que funcionaba como ático. Un almuerzo importante, imperial, que superaba las condiciones de mi sucia y estropeada libreta de almacén: tortillas de arroz con una guarnición de ensalada griega, y encima un café espeso y caliente. Al principio no me incomodó que dejara los cubiertos sucios en el lavadero, y que la leche hervida se añadiera como costra a la mesa de la cocina. Pero luego me fastidiaron, me fueron saturando, tantas cáscaras de huevos, tanta sal esparcida sobre la mesa, como si fuera a propósito, tantas semillas de cítricos arrojadas fuera del basurero, que atraían a las cucarachas, las cuales, una vez reventadas por mis zapatillazos, atraían a su vez a las hormigas.
Me hallaba disgustada.
Muchas, tantas cosas no funcionaban bien en nuestra relación. Además había empezado a beber y me trataba con violencia cuando el whisky se le subía a la cabeza. Mario era el menos interesado en encarar con juicio y sentido común los permanentes requerimientos que le hacía.
- Pero es que ya no puedo. ¿Me entiendes? Me he cansado de lavar los platos sucios. ¡Estoy hasta las narices! -Le grité mientras bajaba una tarde de fina llovizna sobre los bulbos de los crisantemos del patio.
El viernes 23, a la noche, al levantarme para asegurarme de que los cerrojos estuviesen corridos, no lo encontré.
Desapareció.
Se hizo humo.
Ya no está más.
Quisiera sentirme en paz, considerar la idea de enamorarme nuevamente y de comprar helados de higos y de frutillas para tomarlos mientras miro la tele.
Pero los hombres, cuando ya no los quieres, siempre vuelven.

D.A.
Asunción del Paraguay

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