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Cuento: Pinturas vivientes (2000) Por Raquel P. Marrodan

Desde pequeña me ha deslumbrado el arte.

Estando en la escuela primaria, lo que más me apasionaba era dibujar y pintar.

Ya en el colegio secundario, supe que seguiría mis estudios terciarios en la Escuela Nacional de Bellas Artes.

Allí, en la Escuela ¨Prilidiano Pueyrredón¨, fue donde conocí a mi profesor de pintura, Carlos Arzeno; un hombre de unos sesenta años, que no sólo sabía muchísimo de pintura, sino que conocía perfectamente como darles un toque casi mágico que las hiciera parecer más reales.

Un día, a la salida de su cátedra, Arzeno se quedó conversando conmigo. Se dio cuenta la pasión que ponía al realizar mis trabajos. Por eso mismo, creyó que me debía contar una historia en la cual él fue uno de sus principales protagonistas; pero antes me hizo prometer que no se lo contaría a nadie mientras él estuviese vivo.

Recuerdo bien ese día; era el 21 de Marzo de 1997.

Hoy, a dos años de su desaparición, creí conveniente narrarles lo que él me contó esa tarde, cuando me invitó a su casa para mostrarme algunos de los cuadros que había pintado en su juventud, y que conservaba ocultos desde hacía casi treinta años.

Corría mediados del año 1969, cuando Gustavo Alexandre, un químico industrial de profesión y amante del arte por vocación , había hallado por accidente, un componente, que , agregado a los pigmentos originales de las pinturas artísticas, les daba más realce, creando opticamente una sensación de 3D.

Unos meses atrás, viajando por el Nordeste Brasileño, Alexandre descubrió un pigmento que usaban los indígenas para pintar sus máscaras e imágenes, y a las que le daban un aspecto casi humano . Éste era extraído de una misteriosa planta del Amazonas, y era usado por la tribu, desde épocas remotas; y el químico les compró el mágico elemento a cambio de unas cuantas chucherias; advirtiéndole que debía ser usado con precaución y nunca pasarse de la proporción que ellos le habían dicho, porque podría ser muy peligroso.

Como prueba piloto, le dio este componente a Carlos Arzeno, artista plástico y amigo de toda la vida. Arzeno comenzó a realizar sus cuadros utilizando el aditamento agregado a sus oleos.

Ambos no podían creer las maravillas que visualmente producía el producto.

Deciden entonces asociarse y abrir una pequeña fábrica de pinturas artísticas, incorporando el producto en la preparación. Invirtieron todos sus ahorros, quedando a la espera de obtener muy buenos resultados.

Para promocionar las pinturas, Arzeno realizó una exposición en una Galería de Arte cerca de Retiro. La gente quedó maravillada ante cuadros tan realistas.

Todos querían tener la posibilidad de crear obras tan extraordinarias.

Así fue como los óleos y acrílicos comenzaron a venderse entre los artistas plásticos afamados y los no tanto. Todos querían ser ¨Arzeno¨.

Los bolsillos de Gustavo Alexandre y de Carlos Arzeno se fueron engrosando cada vez más, a tal punto , que ambos sólo se dedicaron a este negocio, abandonando sus profesiones habituales.

Cierto día decidieron colocar el doble del producto en los pigmentos. Pensaron que a mayor cantidad, más iba a ser el efecto realista.......

Pasadas unas semanas, las sección Policiales de los diarios, comenzó a publicar casi a diario la desaparición de personas.

La policía no hallaba ninguna pista que pudiera llevarla a pensar que eran secuestros, porque en ningún caso se había pedido rescate. Se descartó asesinato porque en ningún momento hubo rastros de violencia. Todas las personas desaparecidas eran como si se las hubiera tragado la tierra.

Durante tres meses siguieron las desapariciones casi a diario, y en diferentes puntos de la Ciudad. La policía no encontraba puntos en común entre una desaparición y otra. Todo este asunto resultaba extraño e inexplicable.

En realidad, sí había algo en común; casi todos eran artistas plásticos o amantes de la pintura.

Alexandre y Arzeno se encontraban en su fábrica discurriendo cual sería el motivo por el que habían bajado sus ventas.

Las librerías artísticas que compraban en su fábrica mantenían su stock en las estanterías. Sus clientes habituales no habían regresado más a comprar.

Decidieron entonces que había que darle un nuevo impulso a su actividad a través de un refuerzo en la publicidad.

Organizaron una gran exposición de cuadros, montando su propia Galería de Arte.

Trataron de contactarse con otros pintores que usaban sus pinturas, para ofrecerles la posibilidad de participar en este emprendimiento.

Descubrieron, no sin sorpresa, que habían podido ubicar sólo a muy pocos. De los otros no se sabía nada. Ni familiares ni amigos sabían donde podían estar. Algunos habían desaparecido sin dejar rastros , hacía ya varios meses.

Sin embargo, los familiares de algunos de ellos decidieron prestar sus últimos cuadros como homenaje.

Así fue como se abrió esta extraordinaria Galería de Arte, en la zona de Recoleta, a la que llamaron ¨Pinturas que viven¨.

El Comisario Inspector Pereyra llegó con sus efectivos al atelier del pintor Federico Pérez Achával.

El juez interviniente en la causa iniciada por desaparición, había dado la orden de entrar al lugar, ya que hacía una semana que Pérez Achaval no daba señales de vida.

El portero lo había visto entrar al edificio, pero nadie lo vio salir. Además, no había asistido a los eventos a los que había sido invitado especialmente.

Su familia había perdido contacto con él hacía ya ocho días, y por ese motivo decidieron hacer la denuncia.

Entraron con la ayuda de un cerrajero. Las llaves estaban puestas del lado de adentro. Todo estaba en su lugar. La radio y las luces prendidas, la estufa funcionando..... Los únicos testigos eran los cuadros colgados de las paredes, y tal vez, su último trabajo pictórico, apoyado sobre el atril. Era una tempestad marina, azotando un pequeño barco pesquero.

Sobre el lado derecho, una mesa auxiliar con su paleta acrisolada de óleos, y pinceles usados sobre él.

Revisaron minuciosamente todo el lugar. No encontraron nada anormal. Ningún indicio. Las ventanas estaban cerradas por dentro. La bañera estaba llena. Era todo demasiado raro.

El Comisario decidió poner un custodio permanente en el atelier. Dejó al Sargento Ramírez, uno de sus principales y más perspicaces hombres.

Al día siguiente, el Comisario fue nuevamente al atelier de la calle Anchorena, pero ni pistas del Sargento Ramírez.

Otra vez , las llaves puestas del lado de adentro. Cerrajero de por medio, pudo entrar nuevamente.

Encontró todo en su sitio. El arma reglamentaria de Ramírez estaba sobre la mesa ratona al lado del teléfono. Ramírez también había desaparecido.

Frente al cuadro del atril, había un pequeño charco de agua.

Hizo venir a un perito, y luego de comprobar que no existían más huellas que las del pintor desaparecido y las del Sargento Ramírez, tomó con una jeringa muestras del agua y la llevó a analizar. El comisario tocó con su dedo índice el resto del agua que había quedado en el piso. Se llevó el mismo a la boca, comprobando que era muy salada.

A la hora ya se tenían los resultados del peritaje. Era agua de mar, sólo agua de mar, sin ningún aditamento. ¿Pero qué hacía en ese lugar?, ¿quién la había traído y porqué?. Nadie pudo dar una respuesta; y el único que podía haberla dado ya no estaba allí para explicarlo.

El químico Gustavo Alexandre y su amigo Carlos Arzeno, estaban en su fábrica cuando la misma fué allanada por efectivos policiales del Comisario Pereyra. Los llevaron para hacerles un interrogatorio, ya que por las investigaciones realizadas, absolutamente todos los desaparecidos habían comprado pinturas provenientes de esa fábrica. Éste era el único punto en común al que se llegó.

Luego de un interrogatorio de más de tres horas ante el Juez, no pudieron resolver nada en concreto.

Las respuestas fueron siempre las mismas: ¨ No conocían a los desaparecidos en forma personal¨. ¨ Sólo sabían que usaban sus pinturas¨ y que ¨Se habían contactado con sus familiares para hacer una exposición en su Galería de Arte¨.

Los soltaron por falta de méritos, pero el Comisario los tenía en la mira. Intuía que ambos tenían algo que ver en aquellas desapariciones.

Como el caso tomó estado público, la Galería de Arte dejó de ser el centro de atención de la Ciudad. La gente no quería acercarse al lugar donde estaban estos dos individuos.

Alexandre y Arzeno quedaron muy shockeados por lo acontecido. Se sabían inocentes. Es más, la desaparición de esas personas sólo había logrado perjudicarlos económicamente.

Sumido en una gran depresión, Gustavo Alexandre decide quedarse a pasar la noche en la Galería de Arte, pensando que él o los delincuentes que habían provocado este caos querrían robar alguno de los cuadros. Creyó que sería una especie de ¨Mafia del arte¨.

A la mañana siguiente se presentó en la galería Carlos Arzeno. No sólo no encontró a su amigo, sino que delante del cuadro del pintor Lucas Silvestri- también desaparecido en su momento- , había unos restos pequeños de rocas.

La luz de la galería estaba encendida; la puerta estaba cerrada con llave, pero éstas no estaban puestas.

No había indicios de violencia y el pequeño bolso de Alexandre estaba en un rincón de la sala principal. Le resultó extraño que dejara su bolso. Sin embargo Arzeno pensó que su amigo se había marchado.

Quedó mirando el cuadro delante del cual aparecieron las piedras. Realmente era bello. Era una reproducción perfecta de un paisaje cordillerano, acariciado de nieve y nubes, con un tímido sol vislumbrando entre los altos picos. Parecía tan real que

Carlos Arzeno se quedó mirándolo por unos minutos, como si se sumergiera en el paisaje. Luego volvió a la realidad y decidió regresar a la fábrica. Allí tampoco estaba Alexandre. Llamó desde allí a su casa. Estaba el contestador, y le dejó un mensaje.

Carlos Arzeno comenzó a preocuparse cuando entrada la tarde no había tenido ni una sola noticia de Alexandre.

Decidió avisar a la policía para que lo rastrearan. Sin embargo, éstos pensaron aún más en la posibilidad de su culpabilidad ante las desapariciones. Creyeron que se había fugado al extranjero para no ser detenido. Allanaron su departamento. Allí estaban todas sus pertenencias. De haber húido, lo habría hecho con lo puesto.

Habían transcurrido dos días de este hecho, cuando un grupo de escaladores - según informaron las noticias- , descubrieron en la Cordillera de los Andes, a 3400 metros de altura, a una persona de sexo masculino, totalmente momificada, y en perfecto estado de conservación.

Los peritos y arqueólogos indicaron luego de minuciosos estudios, que el individuo en cuestión habría fallecido por congelamiento, alrededor del año 1960; hacía aproximadamente nueve años. Les era extraño que en los alrededores no se encontró equipo para escalar, ni otro elemento propio de los montañistas. Incluso su indumentaria era propia de la ciudad y no de montaña.

Realizando días después otras averiguaciones respecto a montañistas desaparecidos en la zona, la momia no coincidía con la tipología de ninguno de ellos.

Las fotos de la momia salieron en todos los periódicos.

Con horror, Carlos Arzeno descubrió casi con seguridad que, ese cuerpo disecado e inerte era el de su otrora amigo.

Viajó a Mendoza junto con el Comisario Pereyra, al que pidió que lo acompañara, y una vez en el lugar donde tenían el cuerpo, pudo comprobar que sus temores quedaban confirmados.

Sin embargo, para Arzeno y Pereyra había algo que no les cerraba.

El deceso databa de hacía aproximadamente nueve años, y Alexandre había desaparecido hacía 6 días. Los peritos no se equivocaban en sus valuaciones, pero ellos tampoco.

Pereyra llevó el cuerpo a Buenos Aires para seguir investigando el caso. Pidió estudios odontológicos del cuerpo, que, comparado con las fichas del odontólogo de Alexandre, coincidían bastante, pero no en su totalidad, ya que la momia poseía mayor cantidad de piezas dentales.

El odontólogo de Alexandre comenzó a revisar las fichas de su paciente que conservaba en su archivo, y corroboró que las piezas dentales del occiso coincidían con sus fichas del año 1960. Totalmente inexplicable.

Pereyra se preguntaba una y otra vez de cómo Alexandre habría llegado a la cordillera. Pero más inverosímil aún era lo planteado por el odontólogo


Arzeno recordó las pequeñas rocas delante del cuadro.

El había guardado algunas en el bolsillo de su campera y todavía las conservaba.

Fue a verlo al Comisario Pereyra. Ya delante de su escritorio, sacó las piedras de su bolsillo, colocándolas sobre éste. Le pidió que tuviera la gentileza de hacerlas analizar porque las había encontrado en el lugar donde había desaparecido Alexandre y tenía una corazonada.

Pereyra, que ya estaba harto de todo lo relacionado con las desapariciones, pensó que no tenía nada que perder.

Al día siguiente le informaron que eran rocas pertenecientes a alguna montaña determinada, ya que contenían un mineral que no se encontraba fácilmente en otro lugar. Cuando Arzeno tuvo la respuesta, decidió contarle que estas rocas estaban frente al cuadro del paisaje montañoso.

Era como si todo y nada tuviera relación. Las piedras, el cuadro , y el lugar donde había sido encontrado el cuerpo de su amigo.

Inmediatamente Pereyra recordó el agua encontrada frente al cuadro que representaba a un barco pesquero azotado por una tormenta en el medio del mar. Se le heló la sangre.

¿Es que podían los cuadros tomar vida y materializarse en el lugar donde estaban?. Le pareció una locura; sólo una fantástica invensión de su mente ya cansada por tantos años de servicio.

.Recordó la triste suerte corrida por Alexandre, y las circunstancias en que había sido encontrado. Éste había aparecido muerto casi en el mismo lugar que representaba la pintura. Pero...., ¿y ese defasaje en el tiempo?. Eso aún no lo entendía.

Fue hasta la casa del pintor Lucas Silvestri. Le pidió a su esposa que le dejara ver el atelier de su marido.

Observó cada uno de los rincones. Había cuadros colgados, y, pinchado en su atril, una foto de un paisaje cordillerano. Enseguida se dió cuenta que era la misma imagen del cuadro.

Le preguntó a la Señora .Silvestri si podía sacarla. Así lo hizo. En el reverso de la misma había una fecha: ¡15 de Julio de 1960!.

Se volvió hacia la señora y le dijo si sabía que significaba, a lo que ésta le contestó que era el día que su marido había tomado la foto. Le explicó que éste era un amante de las montañas y un eximio escalador, y por eso decidió plasmar el paisaje en un bastidor.

Este cuadro había sido su obra póstuma, si es que él no estaba aún con vida en algún lugar del planeta.

Mil novecientos sesenta. Éste era el año e que, según las investigaciones, databa la muerte de Alexandre; ¡exactamente nueve años antes de haber desaparecido!.....

Le pidió prestada la foto, prometiéndole devolvérsela.


Fue en busca de Arzeno. Le mostró la foto y le planteó lo que pensaba, aún a costa de que lo tildara de loco.

Ambos se miraron y comprendieron que detrás de las pinturas había algo muy siniestro o tal vez fantástico. Dentro de los cuadros no había sólo tela y óleo, sino, la vida misma, y a veces, la muerte.

El Comisario Pereyra le pidió a Arzeno que lo ayudara a hacer un experimento en el cuál él mismo sería el cobayo.

Ambos fueron, a pedido del comisario, a retirar unos cuantos pomos de óleo de la fábrica. De allí se dirigieron a un laboratorio de investigaciones científicas para hacer analizar la pintura.

Con sorpresa, el científico comprobó que dentro de la pintura vivían microorganismos que se reproducían en progresión geométrica.

Estudiados con más detalle, el científico les dijo que eran células mutantes que no podían ser tipificadas bajo ningún rótulo, ya que eran totalmente diferentes a las conocidas. Sólo se sabía que podrían provenir del reino vegetal, porque había indicios de savia , con características muy particulares.

El comisario le pidió al investigador que no abriera la boca respecto al descubrimiento. Todavía no sabían el grado de peligrosidad que podían tener los microorganismos.

Pereyra fue a su casa con Carlos Arzeno, con una cámara fotográfica. Le sacó fotos al living. Arzeno creyó estar entendiendo.......

Una vez reveladas , le pidió al pintor que hiciera un cuadro reproduciendo con la mayor precisión posible la fotografía, sin omitir detalle alguno.

Los dos se dirigieron al atelier. Luego de unas horas el cuadro se hallaba terminado.

Pereyra le pidió que aunque viera algo anormal, no interviniera, y que en caso de desaparecer del atelier, lo esperara allí, porque lo llamaría por teléfono. Según sus cálculos, le explicó, él tendría que aparecer en el ambiente plasmado en el cuadro.

Hizo alejar a Arzeno del mismo y se acercó él lo más que pudo. Luego apoyó sus manos sobre la pintura, y comenzó a sentir que lo absorbía, hasta que desaparecíó del lugar.

Carlos Arzeno se quedó mirando la escena estupefacto. No podía creer lo que estaba viendo.

Esperó que Pereyra lo llamara por teléfono por más de media hora, pero fué en vano.

Arzeno temió por la suerte corrida por el comisario.

Se dirigió hasta la casa de éste, y allí lo encontró. El comisario no recordaba nada de lo sucedido desde que se acercó al cuadro hasta que apareció en su casa. Estaba en shock.

Había sido una experiencia demasiado fuerte y su mente no quería volver a recordarla.

Arzeno le preparó un café. Luego de un rato, Pereyra comenzó a recordar.

Le comentó que la sensación había sido como que se iba de este mundo. Sintió que una fuerza centrífuga lo chupaba; y en ese girar incontrolable perdió la sensación del espacio y del tiempo, y al llegar a la casa fue como si estuviera cayendo desde un precipicio.

Ambos habían descubierto el secreto que guardaban las pinturas; pero era muy peligroso divulgarlo. Cayendo este secreto en manos inescrupulosas, podía generar el caos y aún cambiar el curso de la historia de muchas personas.

Decidieron entonces ir a la galería de arte de Arzeno para destruir cada uno de los cuadros.

Los llevaron con sumo cuidado a un descampado y los quemaron.

Luego Pereyra y Arzeno fueron a la fábrica e hicieron lo mismo con los pomos de pintura y con los bidones del producto que estaban en el depósito.

Sin embargo, en un descuido del comisario, Carlos Arzeno se guardó unos cuantos pomos de óleo en sus bolsillos.

Arzeno no mencionó más el asunto, ni tampoco le habló de los cuadros que tenía en su casa.

La justicia dio por cerrados todos los casos de desapariciones ,por falta de pruebas que los resolvieran.

Al poco tiempo, Pereyra se retiró de la policia y se fue a vivir a la costa, en busca de un poco de descanso para su mente atormentada.

Carlos Arzeno fue sobreseído de todos los cargos por las desapariciones.

A los pocos meses fue nombrado profesor titular de Pintura en la Escuela Nacional de Bellas Artes, donde ejerció su función hasta que renunció a sus cátedras, pocos días después de haberme contado esta historia, luego de casi treinta años de docencia, alegando que se iría a vivir a México, a la casa de su hermana.

El mismo día que me relató los hechos, lo noté muy preocupado, y con una carga emocional muy fuerte.

Me dijo que lo tenía que ayudar a enmendar lo que había ocurrido , ya que siempre le habían pesado mucho las desapariciones, y más aún, la muerte de su amigo Alexandre.

Yo todavía no llegaba a comprender.

Me pidió que le cuidara su departamento mientras él estaba en México. Me dió un juego de llaves, diciéndome que prefería que me mudara allí hasta que él volviera, y que ya había arreglado todo para partir en unos diez días.

Así fue como el 3 de Abril de 1997, Arzeno me llamó a casa para despedirse. Lo recuerdo porque era el día de mi cumpleaños.

Me rogó que me mudara al día siguiente, y leyera la carta que me había dejado sobre la mesa del living.

Al día siguiente, me mudé al departamento del profesor Arzeno.

Allí encontré como él me había dicho, su carta.

Antes de deshacer mis valijas, me senté en el mismo sillón desde dónde había escuchado esta fantástica historia.

Abrí la carta. En ella me decía lo siguiente:

¨Querida amiga:

Tal como te expliqué, siempre me ha dolido demasiado la muerte de mi amigo Gustavo Alexandre. Lamentablemente no pude hacer nada por evitarlo. Cuando me di cuenta de lo que pasaba, ya era demasiado tarde. Sin embargo, creo haber hallado la manera de cambiar las cosas. Cuando tú leas esta carta, tal vez haya podido modificar su destino, o quizás no sólo el de él, sino también el de otras personas, el mío propio, y aún el tuyo.

¿Recuerdas que te conté que me había guardado varios pomos de óleo cuando destruimos todo con el Comisario Pereyra?. Esa va a ser mi llave. Los tuve guardados en mi caja fuerte por casi treinta años. Supe que algún día me podrían ayudar.

En realidad, no me fui a México. Ni siquiera tengo una hermana

que viva allí.

En mi atelier vas a encontrar ciertos elementos que tendrás que

destruir: los cuadros que tú ya conoces y que te mostré la otra tarde, y el cuadro que vas a ver en el atril.

Sólo te pido que tengas mucho cuidado al manipularlos. El

secreto es que los tomes con guantes de cuero muy gruesos, y que, jamás tu piel entre en contacto con la pintura. Los guantes te los dejé al lado del atril.

No se si algún día nos volveremos a ver. Tal vez cambie tanto la historia que nunca me llegues a conocer. Desconozco los alcances que pueda tener mi decisión.

Con afecto
Arzeno

Luego de leer su carta, procedí a hacer lo que me había pedido. Me extrañó mucho que sólo estaban los cuadros. No había rastros de la paleta, los pinceles, y las pinturas.

El cuadro del atril era del frente de la fábrica de pinturas de Alexandre y Arzeno.

En una mesita auxiliar había una foto que era del cuadro pintado; tenía una fecha al dorso: Julio de 1969. Ese había sido el mes de su inauguración.

Conservé la foto como recuerdo.

Ya era de madrugada y me fui a dormir. Había tenido un día muy pesado

A la mañana siguiente, cuando me desperté, ya no estaba en el departamento del profesor Arzeno, sino en mi propio departamento. Entonces sonreí. Él lo había logrado......


FIN

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