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Vuelve a mi - poema de Bernardo Calderón





Vuelve a mí:

Vuelve a mí que en tu vuelo de alas mágicas vas,
ven a mí dame la calma a mi herido corazón ,
que sangrando gota a gota por tu amor esta.

Vuelve a mi devuélveme la pasión de tu amor,
como la luna ama el mar,
cuando refleja en sus aguas su luz.

Vuelve a mí con ese sentimiento de amor
quiero estar, sentir que la tierra toca mis pies,
con el aire de tú pasión quiero vivir.

Vuelve a mí que anhelo volver por tenerte otra vez,
que en silencio espero por ti, ven a mí,
regrésame la pasión de este amor,
que mi alma clama por ti.

Ven hacia mí, que en silencio te sigo sin hablar,
que te espero en la vida contigo donde estés,
en mi refugio de amor para ti.

Vuelve a mí que detengo el tiempo para esperar,
caricias tiernas sobre mí piel,
el beso dulce que sabes dar,
que nuestros labios se unan para amar.

Ven a mí devuélveme el sentimiento del amor,
que dos almas unidas están y, ellas hablan de
nuestro amor.

Autor: Bernardo Calderón 
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Juana Cascardo presenta su libro de cuentos infantiles




Bueno, Daniel, ahí va mi hijo reciente. 


No me dedicaré a la literatura infantil, pero, quise dejarle un libro de cuentos a mis nietas/o. Dos de ellas ya son adolescentes!... Pero la nieta menor sólo tiene 4 años y el nietito: un año y siete meses. Asique, vale!...


Muchos cariños


Juana

www.juanacascardo.com.ar

Aroma de Mujer - de Bernardo Calderón 



Abrázame como si nunca me conocieras
bésame en cualquier instante, sin contemplaciones
sin inhibiciones, con locura.

Bésame con pasión, con ardor, con excitación
como solo tú sabes hacerlo,
con tus labios encendidos
que la miel de tus deseos,
me hagan desaparecer.

Abrázame en cualquier instante, sin contemplaciones,
como si no te importara que estuviera ausente
como si viniera de tierras lejanas,
como si hubiese aparecido en este instante.

Bésame como si tuvieras algún motivo para hacerlo,
como si te hiciera falta, a un que sea un instante,
como si te importara.

Abrázame porque soy el que te lo pide,
el que te ruega que vuelvas,
el que te suplica perdones.

Bésame, abrázame, acaríciame
como en aquellos días,
que mis labios y cuerpo
tembloroso clamaban por ti.

Abrázame y bésame, aunque sea sólo un instante,
busco recobrar tus besos sabor a miel,
tus caricias en mi cuerpo,
tu exquisito aroma de mujer.

Autor: Bernardo Calderón 
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¿Cómo arreglar al mundo? - Gabriel García Márquez


Como arreglar al mundo?

Cuento corto de Gabriel García Márquez
enviado por George Winch.

Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo, estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos. Pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas.

Cierto día, su hijo de 7 años invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar.
El científico, nervioso por la interrupción, Le pidió al niño que fuese a jugar a otro lado.
Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiese darle con el objetivo de distraer su atención.

De repente se encontró con una revista, en donde había un mapa con el mundo, justo lo que precisaba.

Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciendo: 
- "Como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto para que lo repares sin ayuda de nadie".

Entonces calculó que al pequeño le llevaría 10 días componer el mapa, pero no fue así.

Pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño que lo llamaba calmadamente.
- "Papá, papá, ya hice todo, conseguí terminarlo".

Al principio el padre no creyó en el niño. Pensó que sería imposible que a su edad hubiera conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes. Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño.

Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares.

¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había sido capaz?

De esta manera, el padre preguntó con asombro a su hijo:
- "Hijito, tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo lo lograste?"

- "Papá", respondió el niño; "yo no sabía como era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre. Así que di vuelta los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía como era. "Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta a la hoja y vi que había arreglado al mundo".

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

MORALEJA, PARA ARREGLAR EL MUNDO, HAY QUE EMPEZAR POR ARREGLAR AL HOMBRE!!!!!!!!!!

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Nicolás Augusto González - breve biografía


Dramaturgo, escritor, poeta y político guayaquileño nacido el 14 de abril de 1858, hijo de don Nicolás Augusto González Navarrete, ambateño, y de doña Guadalupe Tola Dávalos, guayaquileña.

En 1865, cuando por razones políticas su padre fue desterrado a Lima por orden del presidente García Moreno, ingresó interno al Colegio Seminario de su ciudad natal donde inició sus primeros estudios. Años más tarde, en 1871 viajó a Lima para reunirse con su padre: Ingresó entonces en el Colegio de San Carlos donde alcanzó el bachillerato, e inmediatamente pasó a la célebre Universidad de San Marcos donde se graduó en Ciencias Políticas y Administrativas.

Volvió a Guayaquil en 1876, cuando ya se había perpetrado el Asesinato de García Moreno y la revolución acaudillada por el Gral. Ignacio de Veintemilla había puesto fin al gobierno del Dr. Antonio Borrero. Ese mismo año inició su fecunda obra literaria con la publicación del drama en tres actos titulado «Hojas Secas», al que siguieron «El Mundo del Hombre» (drama en verso), «Amor de Reina y Amor de Esclava», «Las Dos Culpas» y «El Ramo de Flores».

Poeta exquisito, escritor de nota y gran improvisador, desarrolló una importante labor en el campo del teatro, estrenando con gran éxito los dramas «Entre el Amor y el Honor», «Tumba de Ensueño», y, «En la Frente del Maldito», las comedias «Flores y Espinas», «En la Edad Está el Misterio» y «Seductor que no Seduce», y el drama histórico «Amor y Patria», escrito en 1882 junto al Dr. Alfredo Baquerizo Moreno.

Posiblemente su obra más importante y polémica sea «Cuestión Histórica, el Asesinato del Gran Mariscal Ayacucho» escrita entre 1887 y 1889, en la que acusó al Gral. Juan José Flores como culpable directo del crimen perpetrado en Berruecos; ésta desató el odio y la persecución por parte del Dr. Antonio Flores Jijón, hijo del acusado y Presidente Constitucional de la República.

Colaboró con los principales periódicos y revistas de la época; en 1877 había fundado en Guayaquil, junto a Juan Bautista Elizalde, el diario La Nación, y en 1884 fue redactor fundador de El Telégrafo.

En 1892 ingresó a la Academia Nacional de Historia de Venezuela, y en 1901 publicó su importante obra «El Ecuador en el Conflicto Internacional del Pacífico».

En 1908 viajó a España para ocupar el cargo de Cónsul General del Ecuador en Málaga, y editó en Madrid su novela «La Llaga» y el poemario «Humo y Cenizas». Un año después publicó los poemarios «Horizontes» y «Bronces» y más tarde, en 1912 fue designado Cónsul en Madrid y en Marsella, cargos que ocupó hasta 1913.

Volvió entonces a Guayaquil donde en 1917 un comité especial presidido por el Dr. José Luis Tamayo lo premió con la «Lira de Oro».

Seguidamente partió a Lima para visitar a sus hijos, y luego continuó viaje a Buenos Aires (Argentina), donde murió el 18 de enero de 1918.

Autor: Efrén Avilés Pino
Miembro de la Academia Nacional de Historia del Ecuador


Consulte www.enciclopediadelecuador.com
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La cabeza de mi padre - cuento de Alberto Laiseca



¿Por qué estoy aquí? Yo no sé por qué estoy aquí, ni quién es toda esta gente, no puedo entender nada, el personal directivo está vestido de blanco, nosotros con piyamas grises, sé perfectamente que esto es un manicomio, pero no es mi lugar, yo no estoy loco. Ahora, en verdad no sé por qué hice lo que hice, pero eso no quiere decir que esté loco. Lo quería mucho a mi padre, creo que mejor padre no puede tener un hijo que el que yo tuve, era como un gigante de cinco metros de altura, un genio, como un Dios, por tener el padre que tenía era realmente privilegiado, privilegiado…
Vivíamos juntos, yo solo con papá, desde que murió mamá cuando era muy chico, él me daba consejos, muy buenos consejos, era un verdadero padre, daba muy buenos consejos, lástima que yo no podía seguir ni uno, él por ejemplo me decía pero con justa razón:

-¡Oye infeliz!, ya es hora de que estudies o trabajes que ya tienes 20 años, que no puedes seguir viviendo a costillas de tu padre toda la vida.

Tenía razón papá, tenía toda la razón.

-¡Oye!, otros chavales andan detrás de las chavalas, pero no tú, tú te quedas acá todo el día, así nunca me vas a dar un nieto, ya tienes 20 años, eres grande.

Él tenía razón, papá siempre tenía razón, era un genio, todo, todo sabía, yo le quería decir a la muchacha, no me animaba a decírselo, pero cómo voy a hacer para acercármele, hay que conmoverlas, yo no sé cómo conmover a una mujer, si tú a una mujer no la conmueves nunca va a andar contigo por más joven y lindo que seas, y qué las voy a conmover yo que soy un yeso, así, todo apretado, duro, siempre mirando a las chavalas con ojos de huevo frito, si soy un infeliz, les tengo miedo, ¿ustedes no se sienten inseguros?, ¿no? Yo sí, toda la vida.

Papá hacía la comida, era muy buen cocinero, yo no sé ni preparar un huevo frito, yo quise 
aprender cuando era chico, pero papá se reía de mí y me decía:

-¡Eeeh!, ¡esto no es pa’ ti! La cocina es una cosa de artistas, tú no tienes talento pa’ esto, anda, anda, ¡ve y lava los platos!

Eso sí, les voy a decir una cosa eh, soy muy buen carpintero, porque buen carpintero sí que soy, muy buen carpintero. En casa, en mis ratos libres, que eran los más, pues hacía mesitas, juguetes, sillas y todo muy perfecto, eso lo enojaba mucho a papá, decía:

-¡Tú sí eres bueno pa’ hacer pamplinas!, ya que eres bueno pa’ hacer pamplinas, ¿por qué no te empleas en una carpintería? Así traerías un poco de dinero a casa, ¡pero no!, a ti ni se te ocurre, ¡ni se te ocurre!

Yo me reía porque es algo que me pasa cuando me dan consejos y yo ya había pensado en emplearme en una carpintería, pero bastó que papá me dijese que me empleara en una carpintería para que se me fuesen las ganas, jaja, no sé por qué soy así, se me fueron las ganas.

Yo soy un misterio, incluso para mí mismo, un misterio muy aburrido la verdad, pero misterio al fin, no sé por qué hice lo que hice, pero no estoy loco. Fue ahí donde empecé a pensar en la ballesta, ¿ustedes saben qué es una ballesta? Sirve para tirar flechas, es como un fusil pero sin pólvora, tira flechas con más precisión y más fuerza que un arco.

Yo así en un paseíto que di, vi en una armería que había una ballesta, entré, le pedí al dueño que me la mostrara, la tuve en mis manos y en seguida comprendí el mecanismo, me fui a casa y ahí me fabriqué yo una, con maderas y bronce, soy muy buen carpintero. La probaba en el patio, a 10 metros la agarraba a tiros, entonces como siempre todos los días estábamos igual, a comer y después de comer, yo hacía como que me iba a mi cuarto para hacer cosas y él protestaba que “¡ah!, éste que no lava los platos en seguida después de comer, siempre dejando las cosas a lo último”, estaba refunfuñando mi apá y yo volvía a punta de pie a mi cuarto y le apuntaba con la ballesta, no le iba a tirar, ¿cómo le voy a tirar a mi padre?, ¡pues no!, a mi padre no le voy a tirar, pero me excitaba apuntarle a la cabeza con una flecha puesta, ¿cómo le iba a tirar?

Hasta que una tarde, fue un día igual que cualquier otro, él me daba más y mejores consejos que nunca, y no sé por qué le dio por hablar de la Dolores, me dijo:

-¡Oye!, a ti la Dolores te mira mucho, ¿qué esperás para ir y enamorarla?, así me darías un nieto.

La Dolores es una muchacha de acá a la vuelta, es a la que a mí me hubiera gustado acercármele, claro que hubiera tenido hijos con ella, entonces, francamente cuando me dijo eso, ahí se me fueron las ganas de comer, le dije a papá que no tenía más hambre y me fui a mi cuarto y volví con la ballesta, como otras veces él estaba rezongando como siempre:

-¡Eh!, este que no lava los cacharros en seguida después de comer, siempre dejando las cosas pa’ lo último.

Estaba refunfuñando papá, y ahí sí apreté el gatillo, la flecha que tenía puntas de plomo pues yo les hice puntas de plomo, le entró en la nuca y cayó al piso sin ningún gemido, con convulsión… convulsión… no lo podía creer, yo creí que papá iba a vivir para siempre porque un hombre tan alto de cinco metros de altura, una mísera flecha no le puede hacer nada a papá, ¡pues no!, le entró como si fuera una bala.

Me acerqué y vi que todavía estaba vivo, entonces le tiré otras cuatro flechas más en la cabeza, la primera no, la primera sentí una especie de odio y amor, o yo qué sé y no sé por qué, pero las otras cuatro no, las otras cuatro sí lo hice por caridad, por piedad, para que no sufra, para que no sufra, claro.

Entonces me di cuenta que algo no estaba bien, me fui a mi cuarto y traje una almohada, le quité la flecha de la nuca que era la primera, la que había traído tol incordio, y lo puse a reposar, las otras 4 flechas no se las saqué, tenía como una corona de espinas, y es lo lógico porque para un padre tener un hijo como yo era una verdadera cruz, ¡eso es cierto!, por eso me sorprendió lo que me preguntó la policía, que por qué había hecho una cosa tan rara de sacarle la flecha de atrás y ponerlo boca arriba, pues para que repose, para que esté tranquilo, para que esté más cómodo, para eso lo hice.

Ya hace 10 años que me han traído a este lugar, y no comprendo por qué, la verdad, yo siempre quise a mi padre, me daba tan buenos consejos. La cabeza de mi padre, siempre admiré a la cabeza de mi padre, el centro de todo su poder, la cabeza de un genio, la cabeza de un rey, la cabeza de un Dios.

Alberto Laiseca

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