El 12 de noviembre de 1651 nació en México Juana Inés de Abaje y Ramírez de Santillana, conocida posteriormente como Sor Juana Inés de la Cruz. A los tres años quería aprender a escribir; a los ocho ya intentaba obra propia. Sus ojos se posaban sobre el mundo de un modo muy distinto del que empleaban las otras mujeres, y su pluma daba cuenta implacable de esta mirada escandalizando a la acartonada sociedad en que vivía.
A los dieciséis años tomó los hábitos, pero antes había sido esposa de un virrey, y doce clases le habían alcanzado para dominar a su antojo el latín.
El obispo de Puebla le aconsejó que se alejara de las letras profanas y se dedicara por entero a la religión, cuando ella se atrevió a criticar un sermón a un jesuita portugués. Ella le respondió en extensa misiva defendiendo su actitud, pero le obedeció. Entregó su copiosa biblioteca para que fuera vendida, así como sus útiles científicos y sus instrumentos musicales. Cuatro años después, el 17 de abril de 1695 moriría de fiebre, tras contagiarse de las hermanas enfermas a quienes cuidaba.
Monja enamorada, enamorada metida a monja. Sor Juana fue mujer ante todo y se encargó de que nadie ignorase lo que eso significaba.
***
Redondillas
Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.
Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis
para prentendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
Opinión, ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues como ha de estar templada
la que vuestro amor pretende?,
¿si la que es ingrata ofende,
y la que es fácil enfada?
Mas, entre el enfado y la pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?
¿O cuál es de más culpar,
aunque cualquiera mal haga;
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?
¿Pues, para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.
Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.
AGENCIA DE COMUNICACIÓN RODOLFO WALSH
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