Te paso el comienzo de mi novela LA RELIQUIA:
Ojos castaños pasaba largas horas observándome: no sé lo que vio en mi, pero le encantaba sentarse en la hierba enfrente y mirarme detenidamente; lo cierto es que me encantaba contemplarla.
Era de altura pequeña, no llegaba al metro y medio, físicamente delgada, tenía una piel morena que solía llevar cubierta por pieles de animales para protegerse del frío; también portaba diferentes adornos en el pelo dependiendo de la época del año: en primavera solía trenzarse algunas flores y en invierno algunas cintas tintadas de colores: además solía ponerse algún adorno colgado del cuello a modo de collar, normalmente alguna tira fina de cuero y, como joya, alguna concha o figurilla de barro que ella misma modelaba con sus manos.
Pertenecía a una tribu que se había establecido cerca de mi posición, en unas cuevas poco profundas que utilizaban como hogar.
Ojos castaños tenía una mirada intensa y observaba todo con curiosidad, intentando comprender el mundo que la rodeaba, como si todo formase parte de un mundo mágico.
Percibía el movimiento en la copa de los árboles provocado por el viento, sostenía en su mano insectos con cuidado de no dañarlos, y después de observarlos intentando comprender que eran, los devolvía de nuevo a la tierra.
También le encantaba contemplar los pájaros e imitarlos; acostumbraba divertirse corriendo en círculos a mí alrededor, estirando los brazos y moviéndolos arriba y abajo como si fuese un ave.
En primavera crecía una hierba alta en la pequeña pradera que se encontraba a la izquierda, una pradera de hierba verde y alta, plagada de dientes de león.
A Ojos castaños le encantaba saltar sobre el verde y con sus saltos se llenaba todo de simiente de los dientes de león, que eran arrastrados por la suave brisa de primavera.
Aquella bella criatura era incansable y podía tirarse horas saltando y jugando a atrapar las semillas que revoloteaban en el viento, cuando ascendían, Ojos castaños dejaba de saltar y se quedaba quieta, de pie, con la cara hacia arriba, los ojos cerrados y esperando en silencio.
Entonces, algunas empezaban a descender suavemente y caían sobre su cara acariciándola.
Me hubiese gustado sentir aquella sensación, sentir como las suaves semillas caían sobre mí como plumas; en ciertas ocasiones alguna le entraba en la nariz y la hacían estornudar; eso me parecía muy gracioso, porque Ojos castaños se quedaba muy sorprendida, con gesto de preguntarse que era lo que había ocurrido.
Menos los días de lluvia venia a verme siempre; era algo que me hacía ilusión y, cuando el día despertaba soleado, la esperaba hasta que la veía aparecer subiendo la pendiente que llegaba hasta mi posición; por lo general, subía tarareando alguna melodía y saltando al caminar.
LA RELIQUIA
autor: Francisco Angulo
editorial: MANDALA