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Un viejo libro de César Vallejo - nota de Delfina Acosta (Asunción-Paraguay)

Estaba buscando el libro llamado Trilce, de César Vallejo, en mi biblioteca.


Antes de encontrarlo, enfermo ya de humedad, y con ese olor característico de páginas invadidas por los ácaros, me topé, así, como con un aire de violetas, con el libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada.

Es difícil, casi imposible, pasar por alto aquel hermoso texto de Pablo Neruda, pues el mismo resulta ser la conjunción de toda la poesía de Latinoamérica, y más todavía. Tiene tanto ayer, como presente, y futuro.
 
Leí el poema número 20, y luego, leyendo ya a Vallejo, me llegó la interrogación suprema que invariablemente se me presenta cuando me encuentro con la obra de poetas densos, difíciles, profundos. ¿Por qué tanto error gramatical premeditado siendo la lengua española motivo de enseñanza y donaire? Cierto es que los errores gramaticales son la vergüenza de la poesía, de la literatura misma.


Pero aquellos errores gramaticales suyos, junto con una suerte de juego a que juego con la sintaxis, fueron, sin embargo, preparando un destino luminoso, estrellado. Trilce, el segundo poemario del poeta peruano, marcó definitivamente a las generaciones de líricos que después vinieron. Y los críticos alabaron a este poeta hispanoamericano.
 
Y es que mucho valor deben de tener esas palabras que se dicen y que no se dicen, ese juego de vaciar los términos de diccionario en el aire, con un movimiento cotidiano, con un juego coqueto de la cola, con una invención que rompe esquemas, definitivamente.
 
Pero si ya lo decía Antenor Orrego, el autor del prólogo, quien descubre en el vate una “técnica renovadora y distinta, la vocalización de la palabra original, la edénica puerilidad del vocablo, una manera personal y directa con que el poeta rompe a hablar porque acaba de descubrir el verbo”.


Sí. Cierto es que su lirismo es la clave de su éxito. Su lirismo inspira, porque es hijo, o costado de otra estrella del universo. No es el lirismo al que nos tienen acostumbrados los viejos, los antiguos poetas.
 
Es un lirismo de dos o tres maneras. Hostiga a la amada. Apremia a su querida. Lamenta la ausencia de su amante. Y esto lo hace con un lenguaje que es el fermento de una cotidianidad ácida. Porque todo es ácido y relumbrante en él. Aunque el ejercicio de su arte poético se recrea y se entusiasma en las alas de la libertad.


Yo creo que la revista TRILCE, creada en Chile, por Omar Lara, hace un honor gigante a César Vallejo.
 
Las palabras, que corren como aguas, citan a otros poetas que trabajaron en la elaboración de la urdimbre trilceana: Luis Oyarzún, Walter Hoefler, Federico Schof, Juan Epple, Enrique Valdés.


Esa catarsis de su poesía, ese modo de irse de las palabras que conforman, por la ley del pensamiento y del sentido común, una unidad dentro del poema, ha entusiasmado a muchas generaciones.

Se derrumbó el esquema de una poesía tradicional. Se empezó a elaborar una trama donde el lenguaje respondía a los placeres de la anarquía.


César Vallejo es un gran poeta. Y su poemario Trilce desconcierta, abruma, pero tiene ese algo, esa chispa de la genialidad, que levanta los brotes de la inspiración en quienes lo leen.

Delfina Acosta
17 de Julio de 2010
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