15 de Abril de 2010 - 18 hs
Sede Central del Círculo de la Fuerza Aérea Argentina
Avenida Córdoba 731- Ciudad de Buenos Aires
El Glaciar Upsala es la cuna de la Fuerza Aérea en la Antártida
La Dirección de Estudios Históricos de la Fuerza Aérea por intermedio de su Presidente, el Comodoro VGM (R) Oscar Luis Aranda Durañona y Ediciones Argentinidad, invitan a la presentación del libro “Todo Comenzó en Upsala” del Comodoro VGM-EDB-EPS (R) Alfredo Abelardo Cano; con la adhesión de la Asociación Tripulantes de Transporte Aéreo, Biblioteca Nacional de Aeronáutica, Círculo de la Fuerza Aérea, Centro Aeronáutico de Estudios Estratégicos, Instituto Nacional Newberiano y Museo Nacional de Aeronáutica y esta Fundación.
El autor narra en su obra la interacción de los integrantes de las Dotaciones Antárticas con las que el autor compartió alegrías y penurias, porque tiene la vasta experiencia de dos años de invernadas antárticas en la Base Matienzo (Durante los años 1962 y 1965), sus entrenamientos preantárticos en Upsala, los vuelos al Polo Sur, su participación en la gestación de la Base Marambio en 1969 y vuelos antárticos posteriores en aviones Hércules C-130 como piloto y Jefe de ese Escuadrón.
En sus páginas recuerda lo que sintió allá, donde los hombres rudos y barbados, cubiertos con los más pesados trajes antárticos que se hayan inventado, se sienten más desnudos e inermes que un bebé recién nacido.
La obra será presentada por el Brigadier Mayor VGM (R) Rubén Palazzi, el Brigadier VGM-EPS (R) Carlos Bloomer Reeve y el autor, en el Salón "Parodi" de la Sede Central del Círculo de la Fuerza Aérea Argentina - Avenida Córdoba 731- Ciudad de Buenos Aires, el próximo día 15 de abril del corriente a las 18:00 horas.
El Comodoro (R) VGM-EDB Alfredo Abelardo CANO, fue integrante de la 3er. y 5ta. dotación de la Base Teniente Matienzo y tripulante de uno de los dos aviones monomotores Beaver DHC-2, que formados al legendario avión Douglas C-47 Matrícula TA-05, comandado por el mayor Mario Luís OLEZZA, alcanzaron el Polo Sur geográfico el 02-NOV-1965.
Allí permanecieron hasta que el 25 de noviembre, de regreso de Mc Murdo Station el TA-05 sobrevoló Amundsen-Scott con proa a la Base Belgrano, cumplimentando así el primer vuelo transpolar desde continente americano.
Con su despegue de los 3100 metros sobre el nivel del mar del Polo Sur, los Beaver se convirtieron en los primeros monomotores de motor convencional en lograrlo sin el empuje adicional de botellones JATO (Jet Auxiliary Take Off).
Este libro narra la interacción de los integrantes de las dotaciones antárticas con las que el autor compartió alegrías y penurias durante sus dos invernadas antárticas, la lucha de los tripulantes de los pequeños Beaver para ser incluídos por el Vicecomodoro Olezza en el doble vuelo transpolar y las peripecias que enfrentaron durante su ejecución.
Es una historia de vida donde los protagonistas figuran con sus nombres y apellidos para que sus familiares sepan lo que ellos hicieron y callaron por natural pudor.
La mayor parte de los diálogos se desarrollaron como están escritos. Para ello el autor contó con el aporte de algunos de los que participaron de los hechos narrados y sus propios recuerdos.
El trozo de la vida que hoy nos regala el Comodoro Cano es la conmovedora relación de sus experiencias, en el aire o en la tierra, que protagonizó o que fue testigo presencial, entre 1962 y 1966.
Como los movimientos ascendentes de una sinfonía, la cumbre está representada por el más trascendente de los hechos descriptos, el histórico doble vuelo transpolar que, al mando del Vicecomodoro Mario L. Olezza, se realizó en el C-47 TA-05, acompañado en formación hasta el Polo Sur por los Beaver P-05 y P-06, en uno de los cuales volaba el autor, en noviembre de 1965.
Con un registro coloquial, el libro cuenta los aspectos cotidianos de la lucha por participar en lo que Cano denomina la gran aventura. Del mismo modo, describe la vida diaria de esa comunidad tan particular - que son las dotaciones de las bases antárticas - a la que brega por integrarse.
Pero antes de empezar, como un buen aparcero sentado junto al fogón, Cano contextualiza su historia.
Con prolija y fundamentada información, resume los antecedentes de la conquista por tierra y por aire del Polo Sur y se autorretrata con pinceladas tan certeras que, al terminar los antecedentes, no queda ninguna duda del perfil psicológico del personaje con el que se va a encontrar el lector.
Desde el mismo inicio el texto plantea un conflicto cuyo interrogante solo se resuelve al final.
Todo comenzó en Upsala, sintetiza, nada más y nada menos, que el conflicto más antiguo del hombre, la apasionante búsqueda del sentido de la existencia del autor.
Es la indagación casi metafísica que, a la mayoría de las mujeres y hombres, los lleva a preguntarse una y otra vez por la razón de su vivir y que, más de uno, muere sin saber para qué nació.
Sin mencionar que, precisamente, ese fuera el propósito, Cano, con una prosa austera, no carente de lirismo, describe el largo camino que transitó desde que era cadete hasta descubrir la respuesta en los vuelos, en el Glaciar Upsala y en los hielos eternos de la Antártida.
Y es sobre todo allá, donde está la réplica que busca. Allá, donde los día-noches, a veces, son interminables pruebas a la integridad moral de las dotaciones de las bases; y las noche-días, desafíos constantes a la convivencia de un puñado de seres humanos confinados entre las estrechas paredes de un tambucho.
Allá, en la infinitud desolada de las planicies heladas, jugándose la vida al mando de un vehiculo con pontones semiroruga Sno Cat, o piloteando la frágil estructura de un avión monomotor Beaver a través de las traidoras nubes de agua en sobrefusión.
Allá, donde los hombres rudos y barbados, cubiertos con los más pesados trajes antárticos que se hayan inventado, se sienten más desnudos e inermes que un bebé recién nacido.
En fin, en todos los allá que un lector adiestrado pueda imaginar, el autor encuentra el sentido de su humanidad, el secreto de la fuerza espiritual del individuo de aquellas comunidades tan particulares, donde el apoyo incondicional del camarada-hermano posibilita la supervivencia colectiva y el logro de las metas más difíciles.
Tan evidente es el proceso de maduración interior que experimenta el autor en el transcurso de las dos invernadas en la Antártida, y tan profundas las reflexiones que le suscitan las vivencias que cada conclusión es una verdadera lección.
Tan pronto dice “nunca se debe ordenar una acción que uno no está en condiciones de realizar”, como asegura que “la recompensa más valiosa es la satisfacción del deber cumplido”.
Una recompensa que, para él, se concreta al final cuando confiesa estar en paz, obviamente, con su conciencia.
Es tan contundente esa afirmación que los relatos posteriores a la gran hazaña que Comenzó en Upsala constituyen el epílogo.
Es decir, esas escenas que se añaden en las películas después de la palabra fin, para que el espectador que se ha levantado, mientras se encienden las luces, se entere de algún suceso suplementario que no agrega ni quita nada, sino, tan solo, complementan la cosa contada.
El Valor del miedo del Vicecomodoro Olezza fue la obra literaria post-mortem que reveló a sus compatriotas la verdadera dimensión del esfuerzo creativo y volitivo que puso en marcha un proyecto que importó para las alas argentinas la apertura de la ruta transpolar. Todo comenzó en Upsala, será el complemento ineludible para entender la componente humana de esa conquista que trascendió con creces los límites de nuestra Patria.