El Aniversario
de Matty Emm
Prólogo
Eran alrededor de las once y media de la noche cuando me senté en las escaleras a presenciar una nueva discusión entre mis padres, las cuales ya se habían vuelto rutina para nosotros. El dinero, las infidelidades, la soledad que sentía mi madre, la pesada carga horaria que tenía mi padre en el trabajo. Todo era motivo para pelear. El trataba de convencerla a ella de que todo era por nuestro bien, ella trataba de convencerlo a él con motivos fundados en ideas vacías. Mi padre nunca entendía la razón por la que mi madre le era infiel. Yo tampoco entendía mucho. A los diez años era difícil tratar de comprender a dos adultos discutiendo por cosas banales. Como si no fuera mejor que todos estuviéramos bien… otro vaso se rompió. Me tapé los oídos pero no dejé de contemplar aquella escena. Mi madre le arrojaba objetos por la cabeza a mi padre, lo sacudía, lo rasguñaba. El solamente se defendía un poco, pero jamás la golpeaba.
- ¡Basta Beatriz!- gritó- ¡Nuevamente estás haciendo problemas por nada!
- ¡No!- vociferó ella- ¡Para vos es muy fácil vivir pendiente de tu trabajo y olvidarte de tu familia y de lo despechada, frustrada, fracasada que puedo sentirme!
- No te comprendo…- musitó.
Hubo un intercambio de palabras que no logré escuchar, pues hablaban en susurro. Para ese momento yo estaba rezando para que me vieran a los pies de la escalera, como sucedía a veces, y entonces la discusión se detenía y yo podía sentir las caricias de mi padre sobre mi cabeza, diciéndome que todo iba a mejorar… mientras mi madre armaba un escándalo, gritando, llorando, en algunos de los cuartos de la casa en los que se encerraba a romper todo.
- ¡Es por tu culpa! ¡Fuiste vos quien me condenó a vivir este infierno!- le espetó ella.
- ¡Estás destruyendo todo lo que te rodea! ¡Ni por tu familia sos capaz de hacerte atender, de tratar de solucionar todos los males que habitan en esa cabeza podrida que tenés!- le contestó mi padre.
- ¡Solamente vos sos el culpable de que yo me esté muriendo en vida!
Mi padre salió de la casa dando un fuerte portazo. Supongo que ya estaba harto de oír los reclamos de mi madre. Durante unos minutos ella gritó, maldijo, rompió cuanto se hallaba a su alrededor y luego desapareció silenciosamente del living, dirigiéndose hacia la cocina. Oí la puerta que se cerraba violentamente. Ella estaba ahora en el jardín. No. En el garaje. Me quedé allí sentado, esperando que alguien viniera a buscarme, que alguien apareciera para jugar o para abrazarme. Pero nada. Al cabo de unos segundos volvió mi madre. Por primera vez en toda la noche le vi el rostro, cubierto de lágrimas y desencajado por la furia. En sus manos tenía algo que presionaba contra su pecho. Por las sombras no lograba distinguir de qué se trataba. Me miró. Al fin notó mi presencia. Sonrió despectivamente. Alzó las manos y dejó caer sobre ella el contenido del objeto que sostenía. Un olor pestilente a combustible impregnó el ambiente. Me quedé estático, esperando ver qué seguía. Tomó un encendedor y volvió a mirarme.
- El fuego quemará todas mis penas. Al fin dejaré de sufrir. Quien sufre, debe morir, y así se le evita que se le desgarre el alma de pena- me dijo.
Las llamas comenzaron a tomar su cuerpo. Sus gritos eran espeluznantes. Se movía desesperadamente para todos lados, como si buscara algo que pudiera rescatarla. Pero ya era demasiado tarde. El fuego estaba consumiendo su cuerpo.
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