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FRANCISCO ÁLVAREZ VELASCO - Toda la poesía de España


Se llama Francisco Álvarez Velasco. Es el webmaster del Portal de Poesía, un coloso de Internet donde está, si no toda, mucha de la poesía de España y otros países. El sitio recibe miles de visitas diarias.


Aparte de reunir en su portal las obras de grandes poetas, Francisco Álvarez Velasco es un conocido vate comprometido con la poesía de verdad, la que hacen pocas personas, y la que a él le sale con fluidez y sonoridad y belleza. Las ganas de mostrar los rasgos de su personalidad son el motivo de esta entrevista.

-¿Cuándo empezó a germinar en ti la poesía?

-Empezó posiblemente en mi niñez, cuando me sentía embelesado oyendo los romances a los últimos juglares que por los años cuarenta, en la posguerra española, iban por los pueblos; también los que recitaba mi madre y otras vecinas en las veladas de invierno. Recuerdo que, muy de niño, me sabía de memoria poemas del romancero viejo como “Conde Olinos, Conde Olinos” —una variante de “Conde Niño, Conde Niño”—o el “Romance de la loba parda”. En definitiva, me sedujo la poesía a través de piezas de tradición oral y mis primeros tanteos como aprendiz de poeta —creo que a los diez u once años— fueron la composición de algún que otro romance.
Más tarde, en plena adolescencia, el conocimiento de la buena poesía me llegó a través de antologías que en Bachillerato acompañaban a la Historia de la Literatura. Estas lecturas fueron sin duda el germen de mi pasión por la poesía.

-¿Cómo encuentras tu poesía? ¿Te gusta? ¿Qué te recriminas?

-Me gusta lo que escribo cuando lo doy por terminado. Luego vienen las dudas y la insatisfacción; con frecuencia el poema que en un primer momento pudo parecerme maravilloso termina en la papelera o en una rescritura. La satisfacción solo me llega cuando algún lector me lee con ganas o, mejor, me relee.
Para mí escribir poesía no es un oficio. Por lo tanto es imposible la disciplina. A veces pasan semanas o meses sin un solo verso. Escribo poesía y no sé bien por qué o para qué. Solo sé que la escribo por necesidad cuando me siento inexplicablemente impelido a ello. El primer impulso suele venir dado por un sentimiento de pérdida —«Se canta lo que se pierde», decía Machado: especialmente por la conciencia dolorosa del fluir temporal y la necesidad de mantener vivos ciertos retazos de la propia existencia; en menos ocasiones, mi poesía es un acto de celebración de la belleza del mundo.
En cuanto a la recriminación personal, haber dado a la imprenta algún poema que necesitaba la rescritura o la destrucción.

-¿Cuáles son los grandes poetas que admiras?

-César Vallejo, por su compromiso humano, ternura para el puro miserable y esa búsqueda suya por encontrar la palabra, el ritmo y el verso que lo expresen. Antonio Machado, especialmente el de Soledades, galerías y otros poemas, porque sabe trascender y olvidar la anécdota para cantar y contar como nadie la pena. San Juan de la Cruz, por ese no sé qué de la mejor poesía. Quevedo (en unos cuantos sonetos), porque dejó trazada para siempre toda la teoría poética de la fugacidad temporal. Baudelaire, porque ayuda a recorrer y contemplar el templo de la Naturaleza.

-¿Cómo encuentras la poesía española de estos tiempos?

-Solo podrá juzgarse cuando lleguen otros tiempos. Quiero decir con ello que hace falta distancia histórica. Con la facilidad de Internet, se publica hoy más poesía que nunca. Al porvenir le toca separar la paja del grano. Me interesa la poesía que hacen algunos poetas jóvenes, me refiero a los que buscan una voz personal desde la humildad y con la verdad poética por delante para expresar un mundo que no es el de mi generación, pero que en ellos se expresa con los mismos universales del sentimiento. Opino que sobra mucha poesía servida en forma de versos sin sentido ninguno del ritmo y demás recursos. Tal vez esto sea debido a una cierta “globalización poética”, si vale la expresión, a la que tanto contribuye Internet con la circulación de traducciones que nada dicen de la “verdad” poética del texto original y que en la lengua de destino nada tienen de poesía.

-¿Te animarías a dar uno o dos consejos para los jóvenes que se inician en la poesía?

-El primer consejo: Leer y releer. Y que en tales lecturas nunca falten los clásicos. Ellos ofrecerán los modelos del rigor en el aprendizaje del oficio, en la “arquitectura” del discurso poético.
Hace veinte años escribí una poética, que hoy sigo suscribiendo y tal vez les sirva como consejo a los jóvenes: «Es imprescindible buscar por el corazón o por el cerebro un bosque poblado de soledad sonora y adentrarse en sus espesuras. Sólo entonces puedes empezar a escribir, a escribir, a escribir. A continuación hay que dudar mucho, y empezar a romper, a romper, a romper. Si sobre algo no dudas, déjalo estar para otros tiempos de dudas. Si algo queda al final, puedes llamarlo poesía. Si, por el contrario, nada queda, puedes llamarlo silencio o soledad “a secas”, a lo cual podrás llamar también poesía. Finalmente, procura serenarte y ponte a contemplar el mundo. Intentar, por medio de la poesía, asumir lo que nos destruye o nos vence y ponerlo en su sitio con su contexto de soledad o tristeza. Así podrá aplacarse a la muerte, y tendremos tiempo suficiente para mirar con ternura a los otros y ayudarlos un poco contra los miedos que les acechen. Después que hagan con los versos lo que quieran; por ejemplo: aprovechar el blanco de las páginas para anotar una cita, un teléfono o la hora del dentista, vender el libro como papel al peso, encender una hoguera.
Que quien lea estos versos enmiende lo que quiera y me ayude a explicarme mejor.»

POEMA

Desmoronadas yacen las palabras comunes
por una blanca página ofrecida al silencio.
Cuando el día se borra, vuelve atrás
la memoria vacía
y camina en renglones ya sin signos.

Bajémonos del monte, que arriba está la bruma,
está la piedra dura, está la hierba amarga,
está la costra vieja de la tierra.

Arriba está la orilla de la nada.
Y salpican los densos goterones del olvido.
Es amarga la cumbre y es estéril.

Sólo para la brisa o algún caballo antiguo
o para la lengua áspera
(esa lengua no humana de la vaca
que va lamiendo el mundo por las cumbres)
se alza el pubis azul de aquellos cardos.

Hermosas amanitas de la muerte brotarán por el bosque.
Estarán marcando ahora
el corro sigiloso de los sábados,
ofreciendo su aliento seminal
y nívea carne virgen
para una última cena que nos abra las puertas.

Sólo quedan los bosques. No queda otro refugio.
Que golpee las puertas su latido terreno
y nos las abra.

Y unidos descendamos la ladera brumosa,
de espaldas a los dioses de la cumbre:
en lo hondo del valle está la luz y la común hoguera
que nos congregue en círculo.

Sobre el oscuro arroyo de la noche
ven a tender tu cuerpo,
un puente que me lleve a la otra orilla.

Francisco Álvarez Velasco,
En el nombre del árbol

BREVE RESEÑA BIOGRÁFICA

Francisco Álvarez Velasco (Cimanes del Tejar —León—, 1940) ha sido profesor de Literatura en varios institutos de España. Terminó su carrera docente como catedrático en el Real Instituto “Jovellanos”de Gijón (Asturias), ciudad donde reside. Ha creado y mantiene la página http://www.portaldepoesia.com/ .

El autor agradece cualquier comentario:
almar@telecable.es


Un envío de Delfina Acosta
desde ABC Color
Asunción del Paraguay
23 de Enero de 2011
 
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